sábado, 28 de noviembre de 2009

Una sonrisa


Quisiera dedicar esta entrada a todos, porque aún no he oído decir a nadie que nunca haya estado triste por un motivo u otro.

Cuando el ser humano nace, ya tiene su destino escrito en el tiempo. Y por mucho que lo intente, nunca podrá cambiarlo ni mejorarlo, ya que es tremendamente caprichoso. ¿Qué actitud tenemos que tomar entonces ante la vida? Darle, y vais a perdonarme esta expresión tan grosera, el culo, cuando nos dé la espalda. Claro que a la vida hay que mirarla de frente, tomarla en serio, pero si ella nos hace daño, lo mejor es reirse de ella. Casi nunca se hace, os lo aviso, por la peculiar forma que se tiene de entenderla, pero creo que deberíamos empezar a hacerlo desde ya.

Esta es la mejor forma de continuar hacia el futuro, pues , a lo mejor no hoy, siquiera al año que viene, puede ser brillante. Y tener paciencia, otra de las virtudes de la que se suele carecer, pues aún siendo amarga, sus frutos son dulces. Quien quiera admitir para sí este mensaje que lo haga, yo aún debo seguirlo al pie de la letra.

Espero que os haya gustado esta entrada, suena a rayada filosófica, pero va siendo hora ya de dejar de ver el vaso medio vacío, y admitir que la vida es un regalo.

Besos y abrazos a tod@s, y disfrutadla, que sólo hay una

sábado, 14 de noviembre de 2009

El Paraíso


Hace unos años, mi hermana, a quién dedico esta entrada, y yo descubrimos uno de esos rincones del mundo, que aún conocidos, guarda su encanto. Y es que el tiempo parece haberse detenido en pleno valle de la Garcipollera en torno a una de las grandes joyas del arte aragonés: Iguácel.

No seré yo quien desmenuce la historia de este templo, que surgió en la primera mitad del S. XI, al amparo de la casa real, y que se conformó definitivamente hacia 1072, en románico pleno, con el apoyo del ayo del rey Sancho Ramírez, conde de Larrosa (pueblecito cercano a Ella). Para eso hay muy buenos manuales y libros, y también páginas web., como la de Románico Aragonés.org, o la de la Asociación Sancho Ramírez, que con mimo la cuida y permite, al menos en verano, que se pueda visitar con todo lujo de detalles.

Pero sí que se puede decir que todo aquel que la descubre, sea por primera vez, o por segunda o por tercera, siente como cambia su vida. Como la calma le invade, maravillándose ante la perfección con la que los maestros del románico la construyeron en mitad de la nada, pues su acceso aún hoy es algo complejo. Y se pregunta cómo se ha mantenido en pie hasta la creación de la Asociación citada. Pues la incuria de los tiempos y las inclemencias del clima han hecho que el entorno quede deshabitado.

A todos los que lean esta entrada, recomiendo fehacientemente que caminen a la ermita de Iguácel cuando tengan ocasión. Les aseguro que quedarán gratamente sorprendidos. Y quiero enviarles otro mensaje. Respeten el patrimonio histórico-cultural, hagan todo lo posible por analizarlo a fondo, por muy ardua que sea esa tarea. Los resultados son gratificantes, pues sólo así podrán llegar a autoconocerse para encarar el porvenir. Y es que la piedra base para un buen futuro es nuestro pasado